Monday, February 06, 2006

No somos más que farsa

Ya no recuerdo cómo estaba el cielo.
Ni si el mar silbaba o si mataba hombres rudos,
aquella noche en que juntos vimos pasar el tren
desde tu azotea.
Me asomo a la ventana y contemplo
-justo antes de que me invada esa tristeza-
una ciudad magnífica, toda poblada de canales,
una nueva Bizancio sobre la que se detenían las estrellas.


Alucinación de aquel Sur,
sueño de tierra salada donde dejé mis manos,
mis ojos marcados para siempre con su luz
-esa luz que mata-
aquellos amores que me duelen hondo,
el primer beso,
la lágrima de mi madre.


Y al ritmo de la ciudad
mi cara va cambiando.
La ciudad se contamina,
y mi carne fluye.
Cada cadaver matutino
una arruga, una tacha.

Voy siguiendo la sinfonía
adormecido por el sueño de la razón
y por el dulce nectar de los sentidos.
Y abandono este mundo
sin volver la cara atrás
no sea que al final me arrepienta.

Somos tan estúpidos,
no darnos cuenta de que todo es una farsa...

(Elías Bellido, 2006)